sábado, 31 de julio de 2010
PARTE PRIMERA (El doctor)
Todo ocurrió por la mañana, cuando recibió una llamada en la
que le dijeron todo lo que tenía que hacer. Lo primero que hizo fue fingir
un tremendo dolor de estómago, tan fuerte como para que tuviesen que
traer al médico a oscultarle. Una vez llegó el médico, El Orador le pidió
que le mandara al hospital, pero este se dio cuenta que en realidad no tenía
nada y no quería formar parte de un complot, por lo que fue a avisar al
guarda. El Orador se vio obligado a agarrar por el cuello al doctor, y girar
bruscamente su cabeza hasta matarlo. Una vez muerto se produjo un
intercambio de ropa, y el Orador con la mascarilla puesta, le dijo al guarda
que le dejase descansar y que no se preocupasen por su higiene, pues sería
peor moverle o cambiarle de postura. El guarda, viendo la seguridad que
tenía aquel doctor, no dudó de su palabra.
Mientras tanto el Orador se marchaba y dejaba en el cuerpo del médico
una tarjeta que tenía en el bolsillo de la bata, donde apuntó el número de
teléfono de aquel hombre misterioso que le hizo la llamada, para que Steve
Rod lo viese. En la tarjeta ponía: “Me acabo de convertir en un matasanos.
Llama y ¡Desaparece!”.
Todo lo que vino a continuación fue más sencillo. Permaneció escondido
en su despacho hasta que le llamasen por megafonía, como le habían
ordenado.
Después de haberle explicado todo lo ocurrido, el hombre misterioso, les
llevó hasta uno de los más grandes centros comerciales de Nueva York.
Serían alrededor de las cuatro de la madrugada cuando llegaron allí.
Entraron por la puerta trasera, y bajaron hasta unos almacenes. Apartaron
unas cuantas cajas que estaban junto a una pared y el hombre de la
gabardina, golpeo unas cuantas veces en la pared y se abrió como si de la
gruta de los enanos del libro de Tolkien se tratara. Bajaron unas escaleras,
hasta llegar a un ascensor, que les adentró bajo tierra. Una vez abierta, un
extraño aparato que se movía de un lado a otro parecía como si te
reconociese, el hombre misterioso le llamó cámara de vigilancia
inteligente. En aquellos años ochenta no se solían ver cámaras de ese estilo
por cualquier sitio. Cuando entraron un hombre sentado en un enorme
sillón les invitó a que se sentaran. Comenzó a hablar: “Buenas noches
señores, agradezco su visita a estas horas de la noche. No todo el mundo
hubiese venido hasta aquí sin decir ni una sola palabra”, el hombre
misterioso se quitó un intercomunicador y lo depositó encima de la mesa.
“Gracias Ekusonihs. Orador, Steve Rod, os presento a mi mano derecha
Ekusonihs, lleva muchos años trabajando para mí, por favor deja que te
vean bien estos hombres”. Ekusonihs se quita el enorme sombrero y la
braga que le cubría la mitad de la cara que no tapaba la sombra. “Como
podían imaginar por el nombre, mi mano derecha es japonés, el mejor, más
fuerte y más ágil que cualquier japonés que jamás habréis visto”. Rod, se
extraño que una persona tan obesa como era Ekusonihs pudiese tener esas
características (años más tarde la figura de Ekusonihs sería tomada como
ejemplo en series de televisión tan importantes como Martial Law o la
temible saga de Agustín Poderes más conocido como Austin Powers en la
figura de Gordo Cabrón). “Por cierto mi nombre es Stone, Fredy Stone".
lunes, 26 de julio de 2010
PARTE PRIMERA ( La huída )
Lo cogieron al primer tono. –“Al habla Rod…Sí me ha costado convencerle
pero lo he conseguido…De acuerdo, ¿Puedo saber con quién tengo el
placer de hablar?… ¡¡¡Sí, podré esperar!!!…Una última cosa… ¿cuanto
tardarán?…¡¡¡Sí, señor, no haré más preguntas!!!
Steve colgó el teléfono y entró en la celda, donde le esperaba un hombre
con una gabardina oscura y un sombrero oscuro, a su lado el cuerpo
descompuesto y detrás tumbado en el suelo se encontraba el guarda, con
una almohada cubriéndole la cabeza.
El resto de prisioneros se encontraban dormidos y no se enteraron de lo
que estaba pasando. Rod le preguntó su nombre, pero un simple gesto de
negación con la cabeza fue suficiente para Rod.
Los dos cogieron los cuerpos y salieron de la penitenciaría sin ningún
problema. Había otras dos personas, que también cargaban con otros dos
cuerpos, también de guardas de seguridad. Se juntaron los cuatro y
metieron los cuatro cadáveres en una furgoneta negra. Los otros dos
hombres sacaron unos uniformes y entraron a la penitenciaria. En la
furgoneta estaba otro hombre en la zona del conductor que bajó también
con el uniforme a ocupar el puesto de los otros. El hombre de la gabardina,
subió al automóvil y Steve Rod se sentó en el asiento del acompañante.
Ninguno dijo nada. El viaje de unas dos horas fue completamente en
silencio. Aquel hombre paró delante de un hospital de Nueva York.
Salieron del coche y comenzaron a andar hasta llegar a recepción. El
hombre de la gabardina obligó a Steve a sentarse en uno de los bancos.
Aquel hombre tan misterioso agarró el teléfono e hizo una llamada. Luego
se sentó a su lado y le dijo: “acabo de llamar al médico que atendió a tu
compañero de celda”. Steve permaneció silencioso, observando. Al poco se
escucho por megafonía: “Ding, dong, ding, doctor Supotco baje a
recepción, por favor”. ¿Supotco?, se preguntó Steve, “ese nombre me
suena”. Siguió pensativo, mientras bajaba por la escalera un hombre con un
gorro de quirófano y una mascarilla que le tapaba media cara. En ese
momento Steve calló en la cuenta de que aquél nombre de Supotco lo vio
en aquella tarjetita que tenía el cadáver, por la parte delantera. El hombre
misterioso se levantó y saludó al doctor. Steve se levantó, y cuando fue a
darle la mano, aquel hombre se la quitó del medio y comenzó a reir. Steve
estuvo a punto de soltarle un puñetazo sino fuera porque aquella risa le
sonaba demasiado. Entonces Rod le quitó la mascarilla y cuán grata fue su
sorpresa cuando pudo reconocer al Orador dentro de aquella ropa de
matasanos. Se abrazaron fuertemente mientras se daban no menos fuertes
palmadas en la espalda. Entre tanto, el Orador comenzó a contarle lo
sucedido.
lunes, 19 de julio de 2010
PARTE PRIMERA (En la cárcel)
-“Muy bien agente Carlson, por el momento encárguese de llevar a este
joven a la comisaría”.
-“Como mande mi Capitán”
-“Yo mientras tanto, haré un informe para ascenderte, muchacho. Ahora vete”.
-“Sí, señor. Y gracias señor”.
El agente Carlson, condujo a Steve hasta la comisaría. Una vez allí, le
metió en una de las cuatro celdas que allí se encontraban. Steve, que estaba
destrozado, no opuso resistencia, pero eso no le impedía odiar al asesino de
Nikana, el agente Robie Carlson. A la mañana siguiente, Steve Rod, fue
llevado a un juicio, en el que se le imputaban los cargos de homicidios,
robos, secuestros y multitud de crímenes cometidos a lo largo de veinte
años. Fue un juicio rápido, en el cuál Steve Rod fue condenado a cadena
perpetua en la penitenciaria de Nueva York.
Cuando entró, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, y algo le decía que
no le iba a ir del todo bien. A medida que iba avanzando por el pasillo,
podía escuchar los gritos de apoyo de todos los allí presentes. “The Boss”
había sido para todos ellos una fuente de inspiración. Cuando le metieron
en la celda, un olor fuerte, le sobrecogió. No sabía exactamente de qué
podía ser, pero le sonaba aquel olor. Su compañero de celda era según le
comentó el Alcaide “El Orador”, que descansaba en la litera de arriba.
Según dijo el guardia, le entró un fuerte dolor de estómago y llamaron a un
médico esa misma mañana. Este al salir les dijo que le dejaran descansar
durante unos días y que no se preocupasen por cambiarle porque cualquier
movimiento podría destrozarle por dentro.
El guardia al principio no estaba seguro de lo que le decía, pero la manera
de hablar y de expresarse de aquel médico era tan convincente que no dudó
en hacerle caso. Por lo tanto no tenía porqué preocuparse por el olor. El guarda se marchó y
Steve se tumbó en la litera. Pero el olor era demasiado intenso y Steve no
podía creer que “El Orador” estuviese allí tumbado durante días sin
moverse. Así que se levantó y decidió cogerle, sin preguntar siquiera.
El olor que tanto le sonaba no podía ser otro que el de la muerte. Cogiendo de
las sábanas agarró al cuerpo inmóvil, temiéndose lo peor. Entonces, Steve
le quitó la sábana de la cara y encontró un rostro casi descompuesto, pero
todavía podían distinguirse rasgos de la cara. Cuando hubo examinado el
cuerpo, cogió una tarjeta que tenía en el bolsillo. Cuando la leyó, Steve
comenzó a reír, se quedó durante quince minutos riendo sin parar, a pesar
del tremendo olor que despedía el cuerpo. Steve, agarró fuerte la tarjeta y
se la guardó en el bolsillo. Entonces avisó al guarda, que vino corriendo,
para ver qué ocurría, y cuando miró el cuerpo descompuesto, le dieron unas
fuertes arcadas, pero no llegó a vomitar. Cuando se le pasó el sobresalto, se
puso nervioso sin saber que hacer. Se notaba que era un guardia novato. El
guarda dijo que lo llevaría al hospital y que le practicasen la autopsia para
saber la causa de su muerte. Steve le tranquilizó y le dijo que se deshiciese
del cadáver, pero sin que nadie supiese nada, pues podrían acusarle de
homicidio voluntario por dejarle morir. Entonces el guarda, aún más
nervioso, le dijo que eso sería imposible, que no podía hacer nada. Steve le
dio unos toques en la espalda y le comentó que él podría ayudarle a cambio
de que le dejara hacer una llamada por teléfono. El guarda después de
muchas deliberaciones, aceptó la propuesta. Llevó a Steve hasta una sala
cerrada con un teléfono encima de una mesa. Steve sacó la tarjeta y marcó
un número de teléfono que venía en la parte trasera de la misma...
jueves, 15 de julio de 2010
PARTE PRIMERA (El grupo)
las cuatro de la mañana. Alison abrió la puerta y le dijo que subiese a su
habitación. Allí le contó lo ocurrido. No podía dar crédito a lo que
escuchaban sus oídos. No podía creer, que ese niño de ocho años, tímido,
que nunca hablaba con nadie, hubiese matado a su propio padre. Ella le dijo
que tenía que marcharse lejos muy lejos. Debía viajar hasta Nueva York.
Fue un viaje muy duro. Iba de coche en coche, comiendo de lo que podía
robar y escuchando por radio todo tipo de noticias ajenas a él: “El
presidente Eisenhower, intenta ayudar a las tropas norteamericanas en
Laos.” “ El Pionner IV disparado desde cabo Cañaveral (Cabo Kennedy),
entra en la órbita solar”. Fue un año, el de 1959, que nunca olvidaría Steve.
Y así llegó a Nueva York, sin nada ni nadie. Tendría que ganarse la vida en
la calle. Pronto se puso a trabajar como repartidor de periódicos. No le
servía de mucho. Pero suficiente para sobrevivir en ese mundo, nuevo para
él. Steve, fue creciendo y aprendiendo cosas de la calle. Pronto a los 15
años, cometió su primer robo. Formó un grupo de cinco personas. Él se
hacía llamar “The Boss (El jefe)”. Junto con Steve, se encontraban:
“Nikana”, una joven ágil y rápida. “Remoh”, un inmigrante ruso, fuerte y
robusto. “Red Neb (Pico Rojo)”, conocedor de las mejores técnicas del
robo. Y “The Speaker(El Orador)”. Durante la época de los sesenta y
setenta, fueron un quebradero de cabeza para la poli de N.Y.
Pero fue en uno de esos robos donde acabaría todo. El Orador, experto en
distraer a las víctimas, sufrió un ataque al corazón, mientras hablaba con la
víctima. Esto hizo que la persona en cuestión, entrase en casa a llamar a la
ambulancia. Entonces vio como desvalijaban su casa y llamó también a la
policía, que llegó rápidamente. Escaparon todos menos El Orador. La
policía le interrogó y le dieron unas palizas tremendas, hasta que
consiguieron el lugar donde se alojaban. La policía y el F.B.I. acudieron
allí, y fue donde se produjo un increíble tiroteo. Remoh disparó primero y
mató a un agente de la policía. Los agentes dispararon, pero fallaron, pues
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ellos estaban en un almacén de cajas, ocultándose de la policía. Los agentes
entraron en el almacén, y allí se produjo un intenso cruce de disparos.
Red Neb y Remoh murieron acribillados, junto con seis agentes del F.B.I. y
cinco del cuerpo de policía. Nikana y Steve, corrieron como nunca lo
habían hecho antes, esquivando las balas una y otra vez. Atravesaron la
puerta trasera y se dirigieron a un callejón, que parecía no acabar. Pero
entonces, un joven policía recién llegado al cuerpo, se cruzó con ellos y les
reconoció. El joven sacó la pistola y les apuntó. Ellos se quedaron quietos
por un instante, pero Nikana, sacó un cuchillo y se abalanzó sobre el joven
policía, que no pudo hacer otra cosa más que apretar el gatillo, como le
habían enseñado. Nikana quedó tendida en el suelo, muerta. Para Steve,
Nikana era mucho más que una amiga. Steve no paró de llorar hasta que
llegó el coche patrulla de la policía. De él se bajo un hombre alto, fuerte, y
bastante mayor. Era el Capitán de la policía Peter Rekrap.
domingo, 11 de julio de 2010
PARTE PRIMERA (Padre, Hijo y Espíritu Santo)
el favorito de mamá, lo que provocaba que sus seis hermanos fuesen a
paliza diaria con el pequeño Steve. Él odiaba a sus hermanos y también a
su padre, Norman Rod, un cura de poca monta que solamente ejercía los
domingos por las mañanas. Era sabido por todos que todo el sueldo que
ganaba, se lo gastaba por las noches en tabaco, alcohol y prostitutas. Cada
vez que llegaba a casa por las noches a eso de las tres o cuatro de la
mañana, despertaba a toda la familia con sus cánticos religiosos mientras todos
permanecían en silencio en sus camas. Poco más tarde hacía levantar de la
cama a su esposa y le obligaba a que le preparase la cena. Cuando la cena
estaba ya en la mesa, Norman siempre cogía el plato y lo estrellaba contra
la pared, a la vez que gritaba: -“Maldita zorra, las putas del bar de abajo
hacen mejores comidas que tú”. Todo esto acompañado de unas palizas que
se podían sentir casi en tu propia piel. Steve temía a su padre, al igual que
sus hermanos, pues si salían en defensa de su madre, sabían que ellos
podían correr la misma suerte. Aún así, no podían disimular el odio que le
tenían. Nunca le saludaban, nunca le miraban a los ojos cuando hablaban
con él. Algo parecido ocurría con su madre, a la que tampoco podían
mirarla a los ojos, aunque por razones muy distintas, es obvio. Pero
Norman tenía la sangre muy fría, era capaz de salir a la calle y hacer como
si no hubiese ocurrido nada. A pesar de todo esto, Norman era un hombre
respetado por todos, sobre todo por que era el que más dinero ponía para
ayudar al ayuntamiento.
Todo cambió una noche, en la que como siempre Norman llegaba a casa
borracho. Hizo bajar a su mujer, pero esta agarró un cuchillo de cocina.
Bajó las escaleras y comenzó a coquetear con su marido. Él, en su estado,
le siguió el juego, y dijo: -“ Está bien zorra, haremos el amor si eso es lo
que quieres, me vendrá bien un poco de sexo antes de pegarte una paliza.
Desde que se fueron de vacaciones esas putas, no tengo tanta fuerza como
antes”. Entonces, subieron a la habitación y cuando Norman se estaba
quitando la parte de arriba, su mujer intentó asestarle una puñalada, pero
Norman agarró fuerte su brazo y consiguió arrebatarle el cuchillo. Ella
comenzó a chillar. Steve, llorando bajó al salón, abrió el armario y cogió la
escopeta de aire comprimido, con la que su padre y él iban a cazar jabalíes,
aunque a Steve no le gustaba matar jabalíes. Su padre siempre le decía:
“Hijo mío, los cerdos no tienen sentimientos, los cerdos nunca lloran”.
Subió las escaleras, empujó la puerta que estaba entre abierta, y pudo ver la
pelea que mantenía Norman con su esposa. Steve ya tenía el objetivo, solo
tenía que apretar el gatillo, pero una fuerza le impedía disparar.
Pero Norman, el cura borracho en un gesto por deshacerse del brazo de su
mujer, elevó el brazo sin percatarse de que tenía el cuchillo y le cortó el
cuello a su esposa, que cayó al suelo desangrándose. Norman se puso de
rodillas y comenzó a llorar y a santiguarse repetidamente. Steve se acercó, y al ver a su madre muerta en
el suelo, miró a su padre, él le devolvió la mirada. Norman no podía dejar
de llorar y le decía a su hijo que dejase el arma en el suelo y se fuese a
dormir, pero Steve volvió a mirar a su padre y le dijo: “Padre, ¿se puede
saber qué estás haciendo?, los cerdos nunca lloran”. Apuntó a la cabeza de
Norman y disparó.
viernes, 9 de julio de 2010
PARTE PRIMERA (Condenado)
Breve presentación
Obviamente con largos parones en los que la inspiración brillaba por su ausencia, pero creo que las prisas con estas cosas no son buenas y las cosas deben hacerse cuando uno está realmente preparado para continuar. Por lo tanto creo que cuando he continuado con la historia es porque creía que podía hacerlo bien y hacer que cada página sea mejor que la anterior.
Posiblemente lo esté consiguiendo o quizás no...por eso me gustaría que me ayudarais con esto.
Simplemente leyéndolo y comentando con vuestra opinión, criticándome tanto para bien como para mal. Qué cambiaríais, que os gusta, que no, qué esperáis que ocurra, que personajes os llegan más, cuáles menos, etc etc
Todo lo que comentéis me ayudará a continuar escribiendo
Iré publicándolo varias páginas por semana. Espero que la lectura por aquí no se haga dificil.
Gracias a todos de antemano
Javier Correa
"mpltedm"