lunes, 19 de julio de 2010

PARTE PRIMERA (En la cárcel)

Rekrap, le dijo al joven policia: -“Agente Robie Carlson, su padre y su hermano estarían muy orgullosos de usted."- "Siempre a su servicio”.Respondió Carlson.
-“Muy bien agente Carlson, por el momento encárguese de llevar a este
joven a la comisaría”.
-“Como mande mi Capitán”

-“Yo mientras tanto, haré un informe para ascenderte, muchacho. Ahora vete”.
-“Sí, señor. Y gracias señor”.

El agente Carlson, condujo a Steve hasta la comisaría. Una vez allí, le
metió en una de las cuatro celdas que allí se encontraban. Steve, que estaba
destrozado, no opuso resistencia, pero eso no le impedía odiar al asesino de
Nikana, el agente Robie Carlson. A la mañana siguiente, Steve Rod, fue
llevado a un juicio, en el que se le imputaban los cargos de homicidios,
robos, secuestros y multitud de crímenes cometidos a lo largo de veinte
años. Fue un juicio rápido, en el cuál Steve Rod fue condenado a cadena
perpetua en la penitenciaria de Nueva York.

Cuando entró, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, y algo le decía que
no le iba a ir del todo bien. A medida que iba avanzando por el pasillo,
podía escuchar los gritos de apoyo de todos los allí presentes. “The Boss”
había sido para todos ellos una fuente de inspiración. Cuando le metieron
en la celda, un olor fuerte, le sobrecogió. No sabía exactamente de qué
podía ser, pero le sonaba aquel olor. Su compañero de celda era según le
comentó el Alcaide “El Orador”, que descansaba en la litera de arriba.
Según dijo el guardia, le entró un fuerte dolor de estómago y llamaron a un
médico esa misma mañana. Este al salir les dijo que le dejaran descansar
durante unos días y que no se preocupasen por cambiarle porque cualquier
movimiento podría destrozarle por dentro.

El guardia al principio no estaba seguro de lo que le decía, pero la manera
de hablar y de expresarse de aquel médico era tan convincente que no dudó
en hacerle caso. Por lo tanto no tenía porqué preocuparse por el olor. El guarda se marchó y
Steve se tumbó en la litera. Pero el olor era demasiado intenso y Steve no
podía creer que “El Orador” estuviese allí tumbado durante días sin
moverse. Así que se levantó y decidió cogerle, sin preguntar siquiera.

El olor que tanto le sonaba no podía ser otro que el de la muerte. Cogiendo de
las sábanas agarró al cuerpo inmóvil, temiéndose lo peor. Entonces, Steve
le quitó la sábana de la cara y encontró un rostro casi descompuesto, pero
todavía podían distinguirse rasgos de la cara. Cuando hubo examinado el
cuerpo, cogió una tarjeta que tenía en el bolsillo. Cuando la leyó, Steve
comenzó a reír, se quedó durante quince minutos riendo sin parar, a pesar
del tremendo olor que despedía el cuerpo. Steve, agarró fuerte la tarjeta y
se la guardó en el bolsillo. Entonces avisó al guarda, que vino corriendo,
para ver qué ocurría, y cuando miró el cuerpo descompuesto, le dieron unas
fuertes arcadas, pero no llegó a vomitar. Cuando se le pasó el sobresalto, se
puso nervioso sin saber que hacer. Se notaba que era un guardia novato. El
guarda dijo que lo llevaría al hospital y que le practicasen la autopsia para
saber la causa de su muerte. Steve le tranquilizó y le dijo que se deshiciese
del cadáver, pero sin que nadie supiese nada, pues podrían acusarle de
homicidio voluntario por dejarle morir. Entonces el guarda, aún más
nervioso, le dijo que eso sería imposible, que no podía hacer nada. Steve le
dio unos toques en la espalda y le comentó que él podría ayudarle a cambio
de que le dejara hacer una llamada por teléfono. El guarda después de
muchas deliberaciones, aceptó la propuesta. Llevó a Steve hasta una sala
cerrada con un teléfono encima de una mesa. Steve sacó la tarjeta y marcó
un número de teléfono que venía en la parte trasera de la misma...