viernes, 9 de julio de 2010

PARTE PRIMERA (Condenado)



Me llamo Michael Rock. Antes fui un héroe del Cuerpo de Policía de
Nueva York. Ahora, trabajo para Fredy Stone, uno de los grandes capos dela mafia neoyorquina. 
Todo empezó el día que recibí la medalla que me asignaba como un héroe. Todo Estados Unidos me aclamaba.


Entonces vi a mi mujer que se encontraba con el Secretario del Estado Mayor, Steven
Rod. Estaban en las sillas donde las personalidades más importantes se
sentaban, mirando la entrega y escuchando el himno americano. Tenían mi
mujer y Steve una copa de champán en la mano. Se miraban y se reían. No
sé que estarían hablando, la música estaba demasiado alta como para
escuchar algo. En aquel momento yo no le di importancia.
Por la noche se celebró una cena en mi casa, una casa de dos pisos, con un
jardín y con la fachada de color blanca. Era la típica casa americana. Allí
acudieron todas las personalidades, incluido el Secretario de Estado y su
mujer, la señora Rod. La noche transcurrió tranquila, todos bailaban y
cantaban en mi honor. Entonces vi a la señora Rod, sentada en el sofá,
bebiendo la que debería ser su sexta copa. Se la veía preocupada. Me
acerqué a ella y le pregunté por dónde andaba su marido. Ella me miró y
escupió todo el alcohol que tenía acumulado en la boca, posteriormente se
echó a reír y me dijo: “ Señor Rock, permítame decirle que mi marido
desapareció de este salón hace ya un buen rato. Y se marchó muy bien
acompañado”. Entonces fui a llamar a mi esposa Madeleine, pero no estaba
en el salón. Fue en ese mismo instante cuando vi la cabeza de Fredy Stone,
me miró fijamente a los ojos, y luego me llamó con su mano izquierda. Me
acerqué hasta él y me dijo que fuese a la cocina un momento y que echase a
los cocineros de allí durante unos minutos. Me dirigí a la cocina y llamé al
jefe de cocineros, Esteban Rico. Esteban era un hombre mejicano de
mediana edad, le conocí en mi boda, hace ya unos diez años, desde
entonces me ha servido sin errores. Le dije a Esteban que se marchase con
sus ayudantes al jardín durante unos segundos. Cuando se marcharon,
Fredy Stone, entró en la cocina, yo tenía un poco de miedo, pues era el
grande, el que controlaba toda la ciudad y más. Se me acercó y me dijo:
“¿Cuál es la razón por la que tiemblan tus manos?, ¿Acaso estás
preocupado?”. Lo cierto es que sí que estaba preocupado, pues no veía a mi
mujer. Entonces me dijo: “Si estás preocupado porque no sabes dónde está
tu esposa, tranquilo, la vi subir hacia tu habitación hace un rato”. Mis
manos dejaron de temblar por un instante, luego continuó:“Ahora, coge
esto, (sacó una pistola Socom con silenciador), sube a tu habitación y haz
lo que creas necesario, no te preocupes por tu futuro” Cogí la pistola y
todavía no comprendía por qué la agarre.
El caso es que ya no me temblaban las manos, así que la guardé en la parte
de atrás de mis pantalones y salí de la cocina. Atravesé todo el salón, y vi al
jefe de la policía, Robie Carlson, que me miraba inquieto. Comencé a subir
las escaleras, las subía despacio, silenciosamente, entonces escuché las
risas de mi mujer, cada vez estaba más preocupado, y mil pensamientos se
me vinieron a la cabeza. Cuando llegué a la puerta de mi habitación, la
comencé a abrir poco a poco, entonces entré y vi a mi mujer desnuda sobre
la cama y al Secretario de Estado, con ella, haciéndole el amor. La ira se
apoderó de mí. Saqué la pistola, me acerqué un poco más y cuando les
tenía a tiro disparé sobre la cabeza de Steve Rod, atravesando también la
cabeza de Madeleine
Aquellos momentos fueron los momentos más duros de toda mi vida.
En ese mismo instante, el jefe Carlson, entró en mi habitación. 
Era como si hubiese seguido mis silenciosos pasos, desde que
me vio pasar por el salón. Me agarró fuerte el brazo, y me quitó la pistola
de las manos. Yo no opuse resistencia alguna, estaba totalmente
destrozado. Carlson me miró y me dijo: “Hijo mío, acabas de perder en dos
segundos, todo lo que habías ganado durante toda tu vida”. Enseguida,
todos se alertaron cuando llegaron la ambulancia y los coches de policía.
La prensa, estaba fuera, esperando que dijese que los maté. Cuando salía de
la casa, vi el rostro descompuesto de la señora Rod, estaba totalmente
pálida. Al salir por la puerta, los flashes de las cámaras me cegaron, pero
pude ver a Fredy Stone, pude ver como levantaba su mano izquierda y
cómo levantaba su dedo pulgar, mientras me dedicaba una fría sonrisa.
Pasé la noche en comisaría y hasta que conseguí dormir, no hacía más que
pensar en la sonrisa escalofriante y oscura de Fredy.

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